El teatro de los aparecidos

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martes, 4 de septiembre de 2012

19 años.

Hoy cumplo 19 y es como si no fuera real camino entre ese pequeño camino entre la madures y la niñez y debo confesar que aunque la senda de el adulto esta hermosa mente decorada con hermosos carros lujos, música electrónica y fiestas salvajes todavía no quiero dejar mi infantil mundo. Tomar las cálidas y callosas manos de mi padre sin preocuparme de lo que piensen los demás es una de esos actos que no deseo que desaparezcan. Se siente falso decir que tengo 19 así que de vez en cuando me equivoco y digo 17 o 18 pero ya no es así, ya no mas. Hoy escucho baladas no porque no desee una alocada y increíble entrada a estos 19 sino porque quiero sentir la timidez de mi diminuto mundo infantil, la ultima pastilla ricola de sabor limón-menta se acaba hoy es algo triste, desolador pero real. Debo seguir caminando con fiereza porque aunque aquel mundo al que aprecio mas que ningún otro se vea en estado de cuarentena y  hayan envuelto en plástico transparente todos sus terrenos, el seguiría siendo el mismo. Hay una parte de mi que le teme a envejecer, a madurar, a volverme mayor. Le temo a volverme como mis padres a casarme y no ser feliz con mi pareja. Le temo a entrar en una carrera y no amarla lo suficiente. Pero debo dejar esos miedos atrás no saltar al camino adulto todavía pero si ponerlo entre mi lista de cosas por hacer en un futuro espero que muy lejano. Es hora de dar las ultimas vueltas a la vereda de la niñez, encontrar los últimos escondites, riachuelos, bosques y desiertos. Esta ultima pastilla ricola de sabor a limón-menta sera saboreada hasta que desaparezca por completo de mi boca... que se derrita del todo; esta vez, no la morderé.

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